En un momento especialmente delicado para las relaciones entre Estados Unidos y el Vaticano, el vicepresidente norteamericano JD Vance se desplazó a Roma los días 19 y 20 de abril de 2025. Su propósito era claro: limar asperezas y mostrar voluntad de diálogo tras meses de roces por las políticas migratorias endurecidas de la administración Trump, defendidas públicamente por Vance pero criticadas con firmeza por Papa Francisco en declaraciones recientes.
La agenda de Vance estuvo marcada por la diplomacia y la carga simbólica de su fe católica, a la que se convirtió en 2019. No era un mero trámite político: el vicepresidente fue recibido por figuras clave del aparato vaticano como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y el arzobispo Paul Richard Gallagher, responsable de relaciones exteriores de la Santa Sede. Los encuentros se centraron en la protección de migrantes y refugiados, la situación de los detenidos y la defensa de la libertad religiosa, temas que en la actualidad dividen a ambas potencias morales y políticas.
El clima enrarecido venía agravado desde febrero, cuando el Papa contradijo en público las justificaciones teológicas de Vance sobre la prioridad nacional frente al deber universal de caridad, subrayando que el amor cristiano no distingue pasaportes. Este choque ideológico había añadido presión a una relación tradicionalmente prudente.
En un gesto de máxima cordialidad, Vance y su familia participaron en los oficios de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, integrándose en el calendario litúrgico vaticano justo antes de la Pascua. Fue a mediodía del Domingo de Resurrección cuando Vance disfrutó de un corto pero significativo encuentro privado con Francisco en la residencia de Santa Marta. El Papa, todavía convaleciente de una neumonía padecida en marzo, obsequió chocolates de Pascua para los hijos de Vance, mientras que el vicepresidente estadounidense admitió rezar por la pronta recuperación del pontífice.
Las imágenes del apretón de manos entre ambos recorrieron rápidamente los medios internacionales, conscientes de que más allá del protocolo, el fondo del diálogo permanecía espinoso. La Santa Sede viene insistiendo en el trato humano a migrantes, mientras la Casa Blanca mantiene su política de refuerzo fronterizo y limitación de solicitudes de refugio, un punto que Cardinal Parolin expuso con franqueza durante el intercambio con Vance, según fuentes vaticanas que posteriormente revelaron matices del encuentro.
La visita de Vance al Vaticano, con su trasfondo religioso y su mensaje político, quedará como un intento de encontrar puntos en común en un terreno plagado de diferencias de fondo. La escena de un vicepresidente católico en Roma durante Semana Santa también lanza un guiño a su electorado de base, pero, sobre todo, muestra que en la lucha por los derechos de los migrantes la palabra final está lejos de llegar.