El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, conocido popularmente como AMLO, ha salido a defender a la presidenta electa Claudia Sheinbaum por su reciente controversia con el gobierno español. La controversia estalló cuando Sheinbaum decidió no invitar al Rey Felipe VI de España a su ceremonia de inauguración, programada para el 1 de octubre de 2024. AMLO, como es habitual, no eludió el tema y aprovechó la oportunidad para reafirmar su postura histórica y política respecto a la relación entre México y la monarquía española.
En una conferencia de prensa matutina, AMLO expresó su pleno respaldo a Sheinbaum y subrayó que México ya no es una colonia y que las diferencias existentes son con la monarquía española, no con el pueblo de España. Recordó también un episodio que ocurrió en 2019, cuando envió una carta al Rey Felipe VI solicitando una disculpa por las atrocidades cometidas contra los pueblos indígenas durante la invasión europea a México. Según AMLO, la carta nunca recibió respuesta oficial. En su lugar, fue filtrada y desató una campaña en contra del gobierno mexicano, una campaña que AMLO tildó de actuar con "mucha prepotencia".
Esta decisión de excluir al monarca español ha generado una reacción airada por parte del gobierno de España, cuyo Ministerio de Asuntos Exteriores calificó la exclusión como "inaceptable". En respuesta, anunció que España no participaría en la inauguración oficial de Sheinbaum en ningún nivel, ni con representantes diplomáticos ni con ningún tipo de delegación.
Más allá de la controversia inmediata, este episodio reaviva el debate sobre el legado de la conquista española de América y la demanda de revisitar y reconocer históricamente los abusos cometidos. AMLO, conocido por sus posturas firmes y a veces polarizantes, ha buscado en varias ocasiones destacar la necesidad de que España y otras naciones reconozcan los daños causados durante el colonialismo.
La decisión de Claudia Sheinbaum no puede ser vista simplemente como una cuestión de mero protocolo. En realidad, se inserta dentro de un marco mucho más amplio de discusión sobre la identidad nacional y la memoria histórica. En México, se ha debatido durante décadas sobre la conquista y sus consecuencias, con sentimientos mixtos entre diferentes segmentos de la sociedad. Para muchos, la invasión europea es vista como un periodo de opresión y violencia que terminó por subyugar y destruir civilizaciones enteras.
Para Sheinbaum y AMLO, la exclusión de Felipe VI no es solo una pesada carga simbólica, sino una afirmación de independencia nacional y una exigencia de justicia histórica. Al decidir no invitar al rey, Sheinbaum envía un mensaje claro sobre su alineación política e ideológica, un mensaje que sin duda resonará con amplios sectores de la población mexicana que ven en este gesto una forma de reivindicación.
Las reacciones dentro y fuera de México no se han hecho esperar. De un lado, muchos consideran que la decisión es un acto de valentía que enfrenta abiertamente una cuestión histórica que ha sido ignorada por demasiado tiempo. Del otro, críticos tachan el gesto de innecesario y potencialmente dañino para las relaciones bilaterales entre México y España, argumentando que estas diferencias deberían resolverse de manera diplomática y no a través de gestos públicos que pueden exacerbar tensiones.
En la prensa española, la noticia ha sido cubierta ampliamente, y no han faltado voces que critican al gobierno mexicano por lo que perciben como una provocación y una falta de respeto. Algunos analistas sugieren que México podría ver perjudicadas sus relaciones comerciales y diplomáticas con España, al menos a corto plazo.
AMLO, sin embargo, ha sido explícito en sus comentarios. En su conferencia de prensa, mencionó que si alguien estaba molesto por la falta de invitación al rey, deberían dirigir su enojo hacia el historiador Enrique Krauze. Krauze ha sido un crítico abierto de la administración de López Obrador, llegando a acusar su gobierno de ser una dictadura. AMLO negó rotundamente estas acusaciones y subrayó que su administración no puede ser comparada con lo que él considera un "narcogobierno," haciendo alusión a las críticas hechas durante el mandato del expresidente Felipe Calderón.
Para entender completamente el trasfondo de este conflicto, es esencial considerar el contexto histórico. La conquista de México, encabezada por Hernán Cortés en el siglo XVI, resultó en la destrucción del Imperio Azteca y la imposición de un nuevo orden colonial que subsumió a la población indígena bajo un régimen de explotación y violencia. Millones de indígenas murieron como resultado de la guerra, enfermedades introducidas por los europeos y condiciones brutales de trabajo forzado.
Este legado de sufrimiento ha sido, durante siglos, una herida abierta en la memoria colectiva de muchas naciones latinoamericanas. En México, el periodo de la conquista es recordado con una mezcla de horror y resignación, y ha moldado en buena medida la identidad nacional. Las demandas de disculpas y reparaciones, como las efectuadas por AMLO, son intentos de lidiar con esa herencia dolorosa.
Las relaciones México-España no son homogéneas y han fluctuado a lo largo de los años. A pesar de compartir la misma lengua y tener profundos lazos históricos y culturales, ambas naciones han tenido periodos de acercamiento y distanciamiento. Durante buena parte del siglo XX, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, España fue gobernada por la dictadura de Francisco Franco, mientras que México se iba consolidando como una democracia. Durante esos años, muchas veces las relaciones fueron tirantes.
Al democratizarse España en 1975, las relaciones se normalizaron y se profundizaron en varias áreas, desde la cooperación económica hasta el intercambio cultural. Sin embargo, episodios puntuales como el que se está viviendo actualmente muestran lo volátil que puede ser esta relación, especialmente cuando se tocan temas históricos y simbólicos sumamente sensibles.
El soporte de AMLO a Sheinbaum en esta controversia refuerza su postura de confrontar abiertamente aquellos temas que considera importantes para redefinir la identidad y la memoria histórica de México. Este acto no solo es una declaración política, sino también un recordatorio de que la historia, lejos de estar en el pasado, sigue moldeando el presente de manera directa y a veces conflictiva.
En conclusión, el gesto de no invitar al Rey Felipe VI tiene implicaciones que van más allá de una simple ceremonia de inauguración. Es una declaración audaz que tocará muchas fibras sensibles en ambos lados del Atlántico. Sea cual sea el desenlace de esta controversia, lo cierto es que ha puesto una vez más en el centro del debate la cuestión de cómo se debe recordar y enfrentar el pasado colonial, y cómo esta memoria debe influir en las relaciones actuales y futuras entre naciones. México, bajo la administración de AMLO y próximamente de Sheinbaum, ha dejado claro que no tiene intención de ignorar estos temas, aunque eso implique tensiones y desafíos diplomáticos.