El ambiente estaba cargado en el Madison Square Garden. Los Knicks llegaban como favoritos ante unos Pistons de Detroit que ni siquiera habían pisado playoffs desde 2019. Todo parecía ir encaminado para Nueva York, hasta que en una jugada del tercer cuarto en el Juego 4, el público se quedó en silencio: Jalen Brunson, su estrella indiscutible, se torcía el tobillo. La preocupación flotó en el aire, ya que Brunson no solo lideraba en puntos, también era el motor anímico del equipo.
El susto, afortunadamente, no duró mucho. Después de unos minutos fuera, Brunson reapareció como si nada, encestando 15 puntos solo en el último cuarto y cimentando una victoria agónica para los Knicks. El propio Brunson quitaba hierro al asunto después, asegurando ante los micrófonos que su tobillo estaba "perfectamente bien". Pero el baloncesto es traicionero: las cosas cambiaron radicalmente en el Juego 5.
El Madison volvió a ser testigo de otro giro dramático. Los Knicks no encontraban ritmo y Brunson, aunque estuvo en pista 39 minutos, solo anotó 16 puntos, con terribles porcentajes de tiro (4 de 16). Ya no era el mismo jugador punzante e imparable de partidos anteriores. Los rostros en el banquillo neoyorquino reflejaban la preocupación: ¿había afectado realmente la lesión de tobillo a la estrella o simplemente había sido un mal día? Fuese cual fuese la razón, Nueva York perdió el control del encuentro y los Pistons dieron la sorpresa con un 106-103 que nadie en la grada esperaba.
Mientras tanto, Detroit celebraba más de lo que parecía: no habían ganado ni un solo partido de playoffs en casa desde 2008, acumulando una racha nefasta de 10 derrotas seguidas ante su afición. Irónicamente, fue en la meca del baloncesto, lejos de casa, donde los Pistons rompieron los pronósticos y se ilusionaron con forzar el definitivo séptimo partido.
En los post-partidos, Brunson insistía ante la prensa que la lesión “no era para tanto”, pero quedaba claro que el tema físico era una de las grandes incógnitas de la serie. Al otro lado, Cade Cunningham, máximo referente de Detroit, se fajó como pudo: firmó 23 puntos, ocho asistencias y siete rebotes, pero su pésimo día en triples (0 de 8) acabó condenando a los visitantes al final de la serie.
Llegó el Juego 6, de nuevo con la presión en el ambiente y el miedo de que los Knicks pudieran fallar ante el empuje joven de los Pistons. Pero ahí volvió a aparecer el líder: a falta de cinco segundos para el final y con el marcador empatado, Brunson clavó un triple lejano, desatando la locura en el banquillo local y sellando el pase a las semifinales del Este, donde esperan los Boston Celtics.
Así, la serie Knicks-Pistons terminó convertida en una montaña rusa de emociones, con la lesión de tobillo de Brunson y su espíritu indomable como grandes protagonistas de una eliminatoria que nadie olvidará fácilmente.